Hoy ví que vendían flores en los puestos a la entrada del cementerio. Siempre están allí, pero hoy los ví.
Triste el destino de las flores detenidas en el tiempo, esperando ser decorado del alguna tumba. Alguien llorará irremediablemente e intentará mentirse un poco a sí mismo sobre la ausencia irreversible con el color de las flores que también agonizan.
Me imaginé rescantando tan bellas creaciones de la naturaleza. Me imaginé comprando los puestos enteros, para que pudieran escapar de tan siniestro contexto. Se me antojó que las flores desearían ser obsequio romántico, propuesta erótica, tributo a la vida, centro de mesa, señalador disecado para libros...
Claro, después pensé que todo era una tontería. Las flores no sienten. O si sienten, no me avisaron. Lo que me molesta es el culto a la muerte.
No quiero paraguas. Voy a caminar bajo el diluvio sin intermediarios.
Se ha formado una cuenca hidráulica caótica... no, un momento, la cuenca tiene un orden secreto, pero la lluvia cederá antes de que pueda descifrarlo. Fluyen improvisados ríos, aumentan lagos casuales y movedizas cascadas. Todo salpica, todo rebota mojadamente.
Tengo frío y los labios morados, pero instiré. El agua bendice y al contacto con la piel celebra el fluir de la vida que siempre se abre paso. Es el único misterio que sobrevivirá, sí, ese es el gran misterio. Acabo de intuirlo, sospecho que la lluvia me lo ha revelado.
Llueve torrencialmente, la ciudad ha enloquecido. ¿A dónde van esos cientos de paraguas monocromáticos? ¿es que nadie escucha lo que la lluvia cuenta?
Tengo el pelo empapado, la ropa adherida, algún libro arrugado y la mente clara. Hoy fue un día diferente. Llovió y era lo que necesitaba.
Como círculo mágico
¡Oh, voluptuoso infinito!
Todas las piezas, obsecuentes
vuelven a ocupar su sitio
Otra vez me encuentro
frente al punto de partida
Otra vez, la misma estrategia
y el mismo desafío.
No iba ganando (no importa)
estaba en camino.
Pero el tiempo me consume
y no llego a destino.
He perdido mi máscara
y sin ella no existo.
Todo pasa, lo bueno y lo malo... y lo "normal" también. Una mariposa golpeó el vidrio de mi ventana, luego voló hacia la luz. Ella no sabé que va a morir, pero todo su imponente juego de seducción, acabará en breve.
Si miramos hacia atrás, la vida es una exposición de fotografías. Pequeños flashes que nos hablan de lo felices que fuimos, de lo que sufrimos, de lo que tuvimos que aprender a los golpes, de esa emoción irrepetible que sentimos tan fuertemente que nos desbordaba el pecho y que ya no podemos volver a sentir.
Pero el culto al pasado es riesgoso. Es riesgoso porque habla de un persente inconcluso, de proyectos que no pudieron ser. De fracasos o de éxitos que se disolvieron como sal en el agua. Es un espejo peligroso.
Y el culto al futuro es todavía peor. Angustiante.Es un juego de probabilidades en donde hay una única certeza final: la périda.
Lo único eterno es el presente. Permanece inmutable y estéril. Es difícil saber si esto significa acaso algo.
Por todo esto los budistas intuyeron que el deseo es sufrimiento. Pero si la solución es eliminar el deseo... ¿Deberíamos erradicar las ilusiones, los sueños, los desafíos, las pasiones... como si fueran enfermedades mortales, trampas implacables, calles sin salida? ¿No será un costo demasiado alto?
Me pregunto si es el nirvana es un acto de cobardía. Otra vez, los rayos de sol pegan en mi ventana. Percibo algo en el aire. Es la eternidad de este instante.
Cae la tarde
del verano que comienza
el atardecer sensual
sugiere confusas fantasías.
La ciudad es ahora
un escenario de sombras,
que relatan irreverentes
las cosas que pasaron.
Esa esquina secreta
y su inocencia perdida
resuena el eco
de aquello que dije
y no debi decir.
El error más torpe
no puede corregirse:
la espontaneidad
es irreversible.
Cae la tarde
y el ocaso
cae sobre mí.