Nuestra vida nos pertenece, por lo tanto, nadie mejor que nosotros mismo para tomar el timón y decidir el rumbo. ¿Riesgos? Existen, por supuesto. Pero nadie mejor que nosotros mismos para sopesarlos y asumir qué es lo que más nos conviene.
La sociedad de consumo en general y los medios de comunicación en particular nos someten a dudosas consignas que intentan persuadirnos en diferentes direcciones al punto de confundirnos. A veces, sin darnos casi cuenta, nos transformamos en personas pasivas y aceptamos vivir a la merced del consumismo y la frivolidad. ¿Deseamos realmente poseer ésto o aquello? ¿Deseamos parecernos a un modelo de belleza estandarizado por el mercado de consumo? Nada tenemos que objetar al consumo, en tanto resulta útil para el desarrollo económico de la sociedad, pero sí a mantener la mirada atenta sobre lo que realmente deseamos. Dejarnos manipular por la corriente sin ser capaces de discriminar entre los deseos genuinos y los impuestos por el aluvión persuasivo mediático puede dejarnos un saldo de frustraciones y sufrimientos. La felicidad no depende de obtener lo que otros nos dicen sino más bien de definir qué es lo que deseamos individualmente y luchar por ello.
En síntesis, para decidir por nosotros mismos es requisito esencial:
Ser personas independientes: desarrollar el sentido crítico y mantenerse alerta frente a la manipulación de cualquier clase.
Asumir los riesgos de las decisiones tomadas y asumirlo como parte del aprendizaje que exige la vida.