Libertad significa tener una opinión propia, generar juicios a partir de la propia capacidad de análisis, de la propia reflexión. Significa también relativizar la crítica ajena, sin desestimar los aspectos constructivos, cuando corresponde... pero nunca dejarse llevar por la manipulación que nos aleja de nuestros verdaderos objetivos en la vida.
Libertad significa también no depender de la iniciativa o del soporte emocional del otro para enfrentar los problemas de la vida o para generar proyectos.
Evidentemente, la libertad supone un riesgo alto: hay que hacerse cargo de lo que uno decide. Sin embargo, el precio no es tan alto como el beneficio. Porque la independencia nos hace artífices de nuestro destino, ya no dependeremos de lo que otros piensen, digan o quieren hacer de nosotros.
Lo que nos libera es nuestra capacidad de comprender la realidad. Eso nos dará la estabilidad emocional necesaria para decidir con independencia y responsabilidad, alentará nuestra seguridad y con ella, la autoestima.