Juan Mann, tuvo una idea: abrazar personas desconocidas para iluminar sus vidas con una sonrisa.
La frialdad, la falta de contacto humano y por sobre todo, el temor y la desconfianza respecto del otro... cuando no la indiferencia, contrastan sin duda con este gesto ancestral y emotivo.
Cuando comenzó la campaña, dominaba la indiferencia, pero luego de que una anciana aceptara el convite, los abrazos disponibles comenzaron a ser demandados... y los gestos serios, transformados en sonrisas.
Cuán importante es replantearnos a dónde nos lleva esta vida tan acelerada y egocéntrica, en donde tantas veces no tenemos tiempo ni para dar ni recibir. El afecto, el contacto, la sonrisa, la solidaridad, la mirada... son sin duda eslabones de la red que nos jerarquiza como verdaderos seres humanos. Aún estamos a tiempo de redescubrirlo.