La poesía no quiere adeptos,quiere amantes. F.G. Lorca

¿Historiadores o poetas?

A lo mejor podríamos prescindir de los historiadores, pero nunca de los poetas.

Imaginemos algo absolutamente mágico: un inexplicable encantamiento desvanece todo lo que hubiera sido escrito por algún historiador, desde Heródoto en adelante, de manera que no quedara una sola línea ni en los textos, ni en la memoria de todos los hombres vivos. Sin duda habríamos perdido una infinita serie de datos sobre costumbres y hechos. Perderíamos información práctica... información relevante, también. Pero también es cierto que la basta cantidad de datos enredada entre las apreciaciones subjetivas, hacen de la historia un saber anclado en refutar lo que sostuvo el que opinó antes que uno sobre lo que vivieron otros.

¿Pero qué sucedería si lo que se esfumara de nuestro mundo fuera la poesía?

Desde los comienzos de la cultura humana, la fuente de información más directa fue la poesía: desde anónimos poemas como Gilgamesh, pasando por los textos Sagrados, hasta los poetas contemporáneos.

Cuando algo es particularmente trascendental para la evolución del hombre, sucede que generalmente ni los mismos protagonistas saben qué están siendo testigos de un momento único. Mientras que el historiador escribe para analizar el contemplar el pasado, el poeta expresa de primera mano lo que siente, nos transmite su presente único, que sobrevive al tiempo, transmitiéndonos sus vivencias, sus sensaciones, su manera particular de comprender el universo.

La verdad poética no surge del análisis ni de la razón, pero nada reflejará con tanta fidelidad el alma humana como la poesía.

De poetas y locos, todos tenemos un poco

¿Qué es lo que nos convierte en poetas? ¿Qué es lo que nos hace sensibles a expresar las emociones cotidianas en forma de poesía?

El poeta posee una mirada novedosa sobre la vida. Nada parece transcurrir superficialmente, el devenir nunca es en vano. Para el poeta, un beso, será la excusa para describir como un pasión se enciende, la caída de una hoja en otoño, la oportunidad para evocar la emoción de los ocasos, una decepción amorosa, el disparador de una letanía melancólica, que transmutará un fracaso en belleza. El poeta tiene la capacidad innata de redescubrir lo descubierto.

por Galadriel Noldor